
Sólo existe la persona con la que hicimos un pacto de amor, y ese pacto se cumple con esfuerzo y trabajo, no con suspiros. Ni el matrimonio, ni la familia, se levanta al azar. Se necesita de buenas bases y buenos fundamentos, de paciencia, de un espíritu de perdón, de fidelidad y metas espirituales y materiales.









